Enero es un mes empinado: la huchita juntada en navidad se rompe para afrontar los modelos de Hacienda y las reposiciones de stock. Un día crees que eres rica, y al siguiente, vuelves a ser autónoma. No pasa nada. Hemos venido a jugar.
Además, el susto de Hacienda ya no es lo que era: a fuerza de recordártelo cada trimestre, te acostumbras, lo lees en positivo diciéndote que, si pagas, es porque facturas guay, y piensas que, gracias a estos impuestos, nos han puesto vacunas, hecho antígenos, y atendido cuando lo hemos necesitado. Be water, my friend.
Lo que sí está siendo una sorpresa son los cambios de tarifas y condiciones de venta de muchos proveedores.
Ejemplo 1:
Hago un pedido a la casa de papel decorativo de mi corazón italiano. Mimosas, lavandas, leonardos, bicicletas… que no falte de ná. Me contestan que, da quest’anno, el precio del pliego se incrementa, y además, las cantidades mínimas se multiplican por dos. Contesto que de acuerdo, que entonces pediré menos variedad. Carita de dientes del wasap.
Ejemplo 2:
Los lokta están arrasados. Valor, papelera, haz otro pedido. Y ¡oh, milagro!, su precio también se ha incrementado. Carita de ojos llorosos.
Ejemplo 3:
No puedo demorarlo más. Tengo que reponer troqueladoras, cizallas, plegaderas, papel de scrap. Cojo aire, abro el excel, comienzo a sudar. ¿Todo más caro, de verdad?
Y entiendo que todos venimos de dos años muy complicados, que las materias primas han subido, y que pagar esos contenedores que vienen de paí debe ser carita de llanto desolado del wasap. Lo entiendo todo. Ya. ¿Y yo qué hago? ¿Subo precios también?
- Juan Luis, ¿tú qué harías?
- El costo la vida sube otra vé.
- ¿Perdón?
- A la Misubichi y a la Chebrolé.
- ¿Mejor subir enero bailando?
- A qui i qui i.
Mucho mejor subir enero bailando! Y si además hay que subir algo más, pues qué le vamos a hacer, para arriba!