Don’t pay(pal)

No sé muy bien cómo contar esto. Porque me incomoda, y al mismo tiempo, lo encuentro necesario. Porque habrá quien piense que qué intromisión en la libertad de cada cual, y quien agradezca conocer la información. Porque a las atentas más cercanas se lo he contado, y se han sorprendido porque no tenían ni idea. Ni yo.

[Fin del cebo]

Pues resulta que paypal nos mete a los negocios una comisión de aúpa.

[Ya lo he dicho]

Claro, la corriente atenta afín a esta modalidad de pago lo desconoce (se está enterando del drama en directo); confirma su pedido, y paga lo que ahí pone. Pero, de lo pagado por su papel de scrap, a las tiendas nos descuentan entre un 3,5-4,5%, que al final del año contable, es un pedido de washitape. Si lo comparamos con el 0,45% que retienen del pago con tarjeta, o del 0% por transferencia, el resultado es que paypal va de guay y luego, zasca.

«Esto no puede ser, nena», analiza el gestor de este negocio resistente a pandemias. «Habla con los informáticos de la web para que instalen un coste adicional en la forma de pago, que al menos sirva de disuasor, y quien quiera usar paypal, fenomenal, pero que asuma parte de la comisión.»

Y allá va la juanadearco de las comisiones abusivas, escribe a los informáticos, les expone la cuestión. Le contestan diciendo que instalar este tipo de herramienta cuesta tanto+IVA y que, aunque algunas webs lo hacen, las políticas de paypal no permiten aplicar recargos al cliente. Osea, que no lo hagas, pero si lo haces, paga por actualizar. Qué hijosdeputa cucos los de paypal.

Total: que la corriente atenta pague como prefiera, pero que piense que, cada vez que lo hace con paypal, la papelera se alegra mucho. Y le sale una cana.