Asisto cada sábado a un milagro.
- Que sí, Pitita, que sí.
El milagro de los talleres. Porque lo habitual es que aprendices, talleristas y papelera disfrutemos de los beneficios de reunirse una mañana en torno a una mesa, para hacer cosas imperfectas y bonitas. Pero para que esto suceda tienen que alinearse antes un montón de causas y azares. En detalle:
- Tienes que contactar con los talleristas para cruzar agendas, y cerrar sus fechas con antelación. Esto es muy útil porque aprendes en qué día caen los sábados de los próximos dos meses, y eso lo enumeras en una cena y lo petas.
- Has de redactar la información de los carteles de forma clara, atractiva, sucinta. Aquí te alegras un montón de ser doctora en periodismo.
- También te alegras porque en las aulas te cruzaste con una mujer brillante que se encarga, mes tras mes desde hace cuatro años, de diseñar maravillosos carteles atentos.
- En cuanto recibes los carteles, los polinizas por redes sociales, en la web, por correo electrónico, lo envías wasap. Llegados a este punto,
- Si tus sábados coinciden con los de la corriente atenta, se apunta. Y entonces,
- Los talleristas preparan sus materiales. Es cuando,
- La papelera compra flores, palmeritas, repule el atelier. Y aprieta el culo, porque hasta la víspera puede que…
- No haya suficiente gente apuntada y haya que suspender.
- A las aprendices les surjan imprevistos y causen baja.
- A la papelera se le olvide apuntar una inscripción que llegó por instagram, le pregunten que a qué hora es, y tenga que escribir la carita de dientes porque ya está completo.
- Aparezca un ingreso fantasma por inengedirect de alguien que no sabes ni quién es.
- La tallerista enferme mucho.
- Los materiales encargados a un proveedor polaco no lleguen y quieras invadir Polonia.
Dicho de otro modo: cada sábado, asisto a un milagro.